Hola! ¡Soy David Jurok! ¡Escritor de literatura fantástica y novela psicológica, autor de “el navegante de las pesadillas” y “el ladrón de llaves”!
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El ladrón de llaves
¡Buenos días, queridos Viajeros de los Sueños, queridos Oniromantes! ¡Bienvenidos a uno de los artículos más ligeros que alguna vez ha visto esta página!
La Rosa de Guadalupe. Serie emitida en toda latino-américa, distribuyendo ética y valores a las próximas generaciones durante varias horas en horario familiar en cómodas dosis de veinte minutos extendidos a una hora por la excesiva cantidad de comerciales en canales nacionales rebosantes de hambre y carentes de escrúpulos. ¡Damn you, cuarentena!
¿Qué valores y lecciones de vida hemos aprendido mirando la Rosa de Guadalupe?
Aquí un amable listado para el televidente:
1) Los mexicanos viven en (tremendas) mansiones pero estudian en la escuela pública.
Y es que todos los casos de la Rosa de Guadalupe se desarrollan en mansiones elegantísimas de mucho abolengo. ¿Las personas de clase media viven así en México o en algún lugar de latino-américa? Quizás no, pero si sus hijos estudian en escuelas cuyo uniforme lleva jeans o suéteres con un infame tono naranja sobre percudidas camisas Polo podemos asumir que no representan a ricos sino a familias de clase media mexicana.
Sobra además añadir que en un colegio de la Rosa de Guadalupe, por definición, los estudiantes hacen bullying, violan personas, consumen o venden droga, suben nudes a internet y el/la protagonista siempre va a ser el más tarado, pues un protagonista tiene que ser lo bastante inocente para que a tu tía que mira el programa le caiga bien, pero lo suficientemente menso para dejarse engañar, golpear de niños más pequeños y débiles, sacarse nudes, embarazarse, bulimia, entre otros.
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2) Todos los ricos son malos. Sin excepciones.
Además son racistas, clasistas, homofóbicos y representan un paquete ineludible de bullshit por el simple hecho de ser adinerados: tener dinero los convierte automáticamente en estereotipos de personas horribles y retrógradas que merecen todo lo malo en el mundo… y probablemente les sucederá en el episodio.
¡Ay virgencita! ¿Estás promoviendo el odio de clases sociales y el resentimiento en tu teleserie? ¿Estás intentando convencer a los adolescentes de odiar el dinero y a las personas adineradas para que se acostumbren desde chiquitos a ser pobres, otorgando a la pobreza un valor positivo para que la deseen de forma inconsciente y se sientan culpables de poseer bienes materiales? ¿Estás fomentando el odio en lugar de las ganas de ser alguien en la vida?
¡Y es que además de ser malos los ricos…!
3) Todos los pobres son buenos. Sin excepciones.
Los pobres son buenas personas por el simple hecho de ser pobres. Son amables, cálidos, actuan correctamente y son muy buenos creyentes en la morenita. Incluso si ves casos de pobres que roban, venden drogas o apuñalan personas en la calle, sus crímenes serán justificados bajo una dudosa sombrilla de moralidad y drama que resulta muy convincente con la música, las lágrimas y todo el contexto diseñado para hacerte sentir mal por ellos, incluso culpable (¡válgame!) por su infortunio si eres de clase media y tienes tres comidas al día. ¡Tú! ¡Mala persona! ¡Comes tres veces al día mientras a Lupita le toca salir a robar por la biscabuela enferma!
Es un hecho dentro de la serie que el televidente debe odiar a los ricos y sentirse identificado con los pobres: una forma tanto empalagosa como cruel de poner al pueblo en su sitio e insertar en nuestras mentes la enfermiza y conveniente idea de que la pobreza es un requisito para ser una buena persona.
¡Ay, virgencita! ¿Qué pasa? ¿Hasta las deidades nos quieren ver en la inopia?
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4) Los hombres nos enamoramos a primera vista. Sin excepciones.
¡Mira esa cara de ternero degollado! ¡Nada es más hermoso que el amor! Excepto el amor mexicano, claro, ese es mucho, mucho más hermoso.
Ves a una niña, mujer, o anciana y quedas prendado de ella para siempre, renunciando a tu voluntad y a tu propia existencia por una persona que no conoces bien pero por la cual estarías dispuesto a incendiar tu casa y a matar a tu abuela con un cuchillo mientras suena música de Reik. ¡Qué vida, la mía!
También aplica para amores de la infancia. Si estuviste enamorado de tu compañera del preescolar, ese amor no se olvidará jamás. Pueden pasar cuarenta años y, cuando te reencuentres con ella, no se habrá convertido en una señora gorda ni tu en un calvo horrible, sino que ambos estarán buenísimos y convenientemente les habrá sido imposible olvidar al otro así haya sucedido en el preescolar, donde aún no se tiene el criterio ni la madurez necesaria, o una memoria tan desarrollada, pero es que ojo: ¿quién necesita criterio, madurez o memoria si el amor aparentemente sucede sin ningún motivo real, base o justificación? Además de ser a primera vista e irreversible.
Es más o menos igual que los lobos de Crepúsculo #TeamEdward (lo del Imprinting es un no-no).
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5) Milagros latinos
¿Alguna vez te has puesto a pensar en la dinámica de los milagros en la Rosa de Guadalupe?
Sol encontró a su enamorado del preescolar después de cuarenta años, el secuestrador de la hija de los Perez fue capturado por la policía, los mentirosos de la empresa que inculparon a Citlali fueron descubiertos y Flor, adolescente drogadicta, finalmente aceptó ir a rehabilitación. Podría decirse que todo salió muy bien gracias al milagro de la morenita… pero sólo después de que Sol viviera en la calle durante años y le tocara dedicarse a la prostitución, el secuestrador hubiera matado a la mitad de la familia Perez, la pobre Citlali pagara quince años de cárcel siendo inocente y Flor, adolescente drogadicta, dejara a su familia en la ruina y su mejor amigo Tomas de Jesús muriera por su culpa. ¡Adoro los finales felices!
Lo mejor es que la Rosa sí llega a tiempo. Es como un aviso, una notificación del cielo que dice que tu milagro está siendo revisado por el comité y será procesado entre quince y cuarenta y ocho semanas, pero cuando llega muchas veces el milagro en sí ya no importa… y eso no me llena de esperanzas como latino, al fin y al cabo estamos hablando de nuestras deidades latinas. El Comisario Rex que es alemán te solucionaba el problema el mismo día y no es una deidad sino un puto perro. Estamos maaaaaaal.
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