Hola! ¡Soy David Jurok! ¡Escritor colombiano, autor de “el navegante de las pesadillas” y “el ladrón de llaves”!
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¡Buenos días, queridos Viajeros de los Sueños, queridos Oniromantes!
Al terminar el 2019 no pude evitar ponerme pensativo. ¿Cómo era mi vida hace diez años al final de 2009? ¿Y tú, querido lector? ¿Cómo era la tuya? ¿Eras la misma persona que ahora o eres apenas una sombra con un rostro similar? ¿En qué cambiaste? ¿En qué sigues siendo la misma persona?
Aquí las cosas que cambiaron en tu vida de los veinte a los treinta y quizás no notaste.
(Foto: Bruce Mars – Pexels)
1) Tu inutilidad
Lo primero que se me viene a la cabeza es que en ese entonces nunca había tenido un empleo real. Había dado tutorías a estudiantes pero nunca había tenido un contrato con una empresa, prestaciones de ley, salud, pensión y tampoco sabía qué era nada de eso.
En este punto, como Millennial que se respete, he tenido una docena de empleos diferentes, algunos más satisfactorios que otros, y una colección de carnés de institutos, empresas, colegios y universidades para las que trabajé. Si estás rondando los treinta como yo, seguramente viviste ese gran cambio que es trabajar.
Ya no vives en una burbuja como cuando eres estudiante: ahora sabes sobrevivir en el mundo y eso es muy satisfactorio.
2) Tu percepción del dinero
A los veinte años pensabas que un billete de cincuenta mil pesos (aproximadamente dieciocho dolares) era un montón de dinero. ¿Cuántas cosas podías hacer con ese hermoso billete que representaba poder, gloria y estatus?
Ahora el mismo billete de cincuenta mil equivale a unos pocos días de transportes y comida o un par de compras en una droguería y un Uber… y aún así, tú eliges mucho más sabiamente cómo te gastarás ese papel que ya no es la gran cosa, al fin y al cabo, lo ganaste por tus propios medios y ahora entiendes que representa tiempo de tu vida (poco o mucho) que no regresará jamás.
3) Tu interacción con el amor
Cuando eres adolescente el amor es algo nuevo, emocionante, mágico, crees en el romance y lo vives intensamente, es como un incendio, como una ráfaga de fuego que ilumina cada rincón. Cuando amas, amas con intensidad, y cuando te rompen el corazón es como si te arrancaran la piel con los dedos.
Ahora que tienes treinta (si no te has casado) vives el amor de forma mucho más pausada y metódica. Cuando conoces a alguien puede que te guste pero no vas a involucrarte sentimentalmente a menos que sepas que valdrá la pena y que es buena idea. Tendrás muchas primeras citas y hablarás con muchas personas pero usualmente lo pensarás dos, tres y mil veces antes de dar un paso y comprometerte ya que ahora tienes experiencia y sabes mucho mejor lo que buscas, e incluso sabes cómo eres y por eso tienes claro cuándo las cosas pueden funcionar y cuándo no.
Cuando finalmente conoces a alguien eres mucho menos emocional pero también más confiable, más especial, más romántico/a, y tu forma de querer es menos arrebatada y más sincera. Usas más el cerebro o el corazón que las emociones superficiales.
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4) Tus rompimientos y tusas
Cuando tienes veinte el rompimiento con tu pareja incluye lágrimas, drama, sufrimiento, añoranza, intentos fallidos por volver a estar con esa persona, toxicidad, parejas de rebote y una temporada de sexo tóxico de ex-novios que termina sumamente mal.
A los treinta años terminar con una pareja es como renunciar a un empleo: pasas una carta, cuentas pausadamente tus inconformidades o simplemente explicas que necesitas ir en busca de nuevos horizontes. La persona asiente, se dan un amigable apretón de manos agradeciendo las experiencias vividas, dicen quedar de amigos y luego se alejan poco a poco hasta convertirse en conocidos lejanos de Internet. Muy profesional.
Y es que, a los treinta, las relaciones y los rompimientos resultan ser experiencias casi pedagógicas que te enseñan cosas sobre ti y te ayudan a convertirte en una mejor versión de ti mismo/a, por eso suelen incluir la palabra “gracias”.
5) Tus amistades
A los veinte tienes una tonelada de amigos de todos los tamaños, tipos y colores: una multitud de personas que se ríen mucho, salen mucho y se divierten mucho. Es una época feliz.
A los treinta tienes sólo un puñado de amigos pero ellos ya son como familia: han compartido demasiadas cosas, conoces a sus familias, has conocido con todas sus parejas por años, estado con ellos en momentos buenos y malos, dormido en sus casas, les has contado tus más íntimos secretos… y ellos te quieren aunque conocen todos tus defectos, por eso tú los adoras.
6) Tus momentos
A los veinte años comías en cualquier parte, bebías en cualquier parte, y le dabas poco valor a los momentos compartidos con otras personas porque estos eran más frecuentes.
Ahora cuando sales con amigos quieres comer algo bueno y cuando vas a un bar quieres estar en un sitio moderadamente decente y agradable donde puedas conversar y gozar de un buen ambiente. Alrededor de los treinta ya no te metes en cualquier hueco como hacías en la universidad, de hecho, la mayor parte de tus reuniones de amigos sucederán en tu casa o las casas de tus amigos, en las cuales te quedarás a dormir (obviamente, el punto cinco incluye el hecho de poder dormir en sus casas).
Le das un valor mayor a los momentos que compartes ya que suceden cada cierto tiempo, no cada semana como pasaba antes.
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7) Tus pleitos
Aunque pueda parecer lo contrario, la gente más joven tiene la mente mucho más cerrada y tienen demasiados sesgos. A los veinte una persona te podía caer mal por cualquier tontería.
¿Y a los treinta? ¡Pues también! pero ahora sabes trabajar con alguien aunque lo odies de forma visceral: más que recibir un surplus de tolerancia, desarrollaste la habilidad blanda de cooperar con cualquier persona así esta te sepa a mierda: se llama ser profesional.
Otra habilidad blanda importante que desarrollaste fue el fingir que te importan asuntos que en realidad te valen diez kilómetros de verga. Es como cuando dices que el bebé de tu compañera de trabajo es lindo: no lo es, es repugnante, pero sabes decirlo con gran poder de convencimiento que hasta la haces sentir halagada. ¡Felicitaciones!
8) Tus raíces
Cuando eres niño crees que tus padres son perfectos. Cuando eres adolescente entiendes que ellos también tienen defectos y cuando tienes veinte querrás huir tanto como puedas de esos terribles defectos que te han causado tantos problemas.
A los treinta, en cambio, aprendes a entender a tus padres mucho más y dejas de juzgarlos. Ahora sabes por qué tomaron ciertas decisiones en ciertos momentos, ahora sabes por qué son como son e incluso reconoces sus genes o su influencia como parte de lo que tu eres.
9) Tu salud
A los veinte no te importaba tu salud. A los treinta utilizas bloqueador solar, haces ejercicio, consumes menos azúcar, menos grasas, incluso miras la información nutricional de los productos que consumes, y tomas menos alcohol. A pesar de todas las cosas que cambiaron para bien, ninguno de nosotros quiere envejecer.
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10) Tus sueños
A los veinte eras muy soñador. Imaginabas un mundo perfecto en el que tenías una vida perfecta que se parecía a una película… y ahora no tienes esa vida, no sólo porque las crisis económicas mundiales dejaron a nuestra generación con muy pocas posibilidades sino porque (mirándolo objetivamente) es imposible lograr tanto a los treinta años, sin embargo, ahora que ya estás aquí, comprendes que la verdadera felicidad no vendrá cuando logres conseguir un éxito irreal sino que consiste en disfrutar cada parte del viaje hacia tus objetivos personales, ya que el viaje dura más que el momento glorioso de éxito. Piénsalo: los Oscar duran sólo una noche mientras que grabar el filme puede tardar años, si no disfrutas los años de rodaje por estar pensando en el Oscar te amargarás la mayor parte de tu vida.
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