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¿Era realmente para niños? Yo no estoy llorando, TÚ estás llorando

Desde luego, ver a Antonio cabalgar sobre un jaguar, o a Camilo transformarse en Mariano para reírse de su prima es bonito y entrañable, pero la verdadera esencia del filme es algo mucho más serio con lo que muchos adultos latinoamericanos podemos sentirnos identificados ya que está dentro de nuestra crianza, nuestra sociedad, y forma parte de nuestra idiosincrasia: lidiar con la aplastante presión de nunca ser suficientemente buenos para nuestra familia y buscar con desespero tener un propósito en el mundo que justifique nuestra existencia.

Todos tenemos una Isabela (esa persona que es como se supone que deberíamos ser, que es mejor, más atractiva, más carismática y con la que nos comparan, y que al crecer conocemos mejor y vemos que es chévere), una Luisa (la persona que carga las responsabilidades de la familia en su espalda y soporta por el bien de los demás), un Bruno (esa persona de la que todos hablan mal y critican sin tregua), una Mirabel (esa persona torpe y de buen corazón que tiene una pésima suerte pero todos amamos), un Camilo (ese familiar que nos hace reír a todos cuando más lo necesitamos), un Antonio (ese primito que según nosotros tiene como dos años pero en realidad tiene como diez y podría ganarte en cualquier cosa sin esforzarse para nada), una dolores (la que oye todo, sabe todo, y siempre tiene buenos chismes), una Pepa (la que vive montando show por todo), y por supuesto, un Félix (ese tío costeño al que los vecinos le llaman policía por hacer parranda vallenata un lunes).